El viaje de Chihiro

Portada del DVD Título Original: Sen to Chihiro no kamikakushi
Director: Hayao Miyazaki
Año: 2001
DVD y vídeo editado por Jonu Media.

Excelente

La historia

Chihiro es una niña enfurruñada de 10 años que viaja en coche con sus padres en dirección a su nueva vivienda. Durante el camino, se pierden y acaban en una carretera sin salida. Frente a ellos tienen un túnel, que deciden cruzar, que les lleva a un pueblo aparentemente abandonado. Chihiro desea a toda costa largarse de allí, sin embargo, sus padres se lanzan a comer de modo desenfrenado en un puesto de comida, hasta un punto en que de repente la niña descubre que sus padres se han convertido literalmente en cerdos. Es en ese momento cuando algo parece cambiar en el pueblo, oscurece, se encienden las luces y unas extrañas figuras parecen ocuparlo súbitamente. Sin querer, Chihiro ha entrado en un mundo paralelo habitado por dioses antiguos, brujas y seres mágicos de todo tipo. Por suerte para ella se encuentra con un niño de su edad, Haku, quien le ayuda a manejarse dentro de ese mundo; evita que se vuelva invisible y le dice que para poder sobrevivir tiene que trabajar en la casa de baños regida por la bruja Yubaba, a la que tendrá que pedir empleo. Ésta finalmente se lo concede, aunque quedándose con el nombre de Chihiro, quien a partir de ahora pasará a llamarse Sen. Su objetivo desde este momento será tratar de volver a su mundo y rescatar a sus padres... ocupándose mientras tanto de los muchos y extraños inquilinos que pueblan la casa de baños: Kamaji, un anciano de seis brazos encargado de las calderas; un Dios horriblemente maloliente; un ser sin cara capaz de crear oro y tragarse a la gente; el hijo de Yubaba, un bebé gigante....

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Hayao Miyazaki

Hayao Miyazaki (nacido en Tokio en 1941) está considerado como el Walt Disney japonés (aunque él odia este calificativo) de quien, tras una carrera que abarca cuatro décadas, se puede afirmar sin lugar a dudas que se trata no sólo de uno de los mejores animadores japoneses, sino practicamente del mundo entero. Sus señas de identidad son las historias sensibles protagonizadas generalmente por niños (o por adolescentes como máximo), la aventura, la fantasía y, en bastantes ocasiones, por cierto contenido ecologista.

La carrera de Miyazaki comenzó en 1963 como animador en el estudio Toei Douga, trabajando en algunos de los clásicos animados de aquella época. El salto lo dio en 1971 cuando, con Isao Takahata (con quien colaboraría el resto de su carrera) se trasladó a los estudios A Pro y de ahí a los Nippon Animation en 1973. Es en estos estudios donde trabajaría como colaborador de su amigo Takahata en dos de las series animadas que más han marcado a una generación entera, al menos en España. Se trata de Heidi (1974) y Marco (1976), series que tal vez vistas ahora, 30 años después, adolezcan de cierta ñoñería y sensiblería.

En 1978, Miyazaki se encargaría de su primera serie como director, Conan, el niño del futuro. La serie, ambientada en un futuro post-nuclear, cuenta la historia de un niño que vive con su abuelo en una isla, a la cual va a parar un día una niña; y todas las aventuras que se producen a consecuencia de ello. También por esta época se encarga de la realización de dos capítulos de la serie Lupin III, acerca de un ladrón, típico bribón simpático, y sus aventuras a través de sus múltiples robos. Esta labor dio lugar al primer largometraje dirigido por Miyazaki, Lupin III, el castillo de Cagliostro (1979) basado en dicho personaje. El resultado fue una divertida película con todos los elementos propios de este tipo de historias: las aventuras, los robos (en este caso en un castillo italiano), el pícaro protagonista, el romance inevitable, el policía (eterno perseguidor) que al final se verá obligado a colaborar con el ladrón que tanto busca, etc...

En el año 1982 se encargaría de la realización de una nueva serie para televisión, Sherlock Holmes (The Great Detective Holmes) caracterizada porque los archiconocidos personajes de Arhur Conan Doyle (Holmes, Watson y su eterno enemigo Moriarty, quien siempre escapaba a las pesquisas del detective) eran perros, además de por una acción incesante y unos vehículos y una tecnología muy adelantados para la época de los relatos originales.

En 1984, dirigiría el que se puede considerar su primer gran film, Nausicaa del valle del viento. Basado en un manga previo creado por el propio Miyazaki para obtener financiación para la película, se trata una historia post-apocalíptica, con trasfondo ecologista, donde la mayor parte del mundo sufre de un aire contaminado y donde una joven princesa (la Nausicaa del título) deberá luchar para acabar con la guerra entre reinos vecinos, evitar el fin del valle en que vive y, de paso, preservar el medio ambiente del planeta. De ambicioso argumento (casi dos horas de película), menos infantil de lo que parece, de una excelente animación y con una historia absorbente, se puede decir que Nausicaa es toda una rareza en cuanto a lo que se venía haciendo en animación en Japón por aquellos años y, sin dudarlo, muy superior a la media de aquella época; y resulta un anticipo de lo que nos ofrecería Miyazaki con el tiempo.

El dinero conseguido con este largometraje le permitió a nuestro hombre fundar su propia compañía, el Estudio Ghibli, para lo cual contó con la inestimable colaboración de su viejo amigo, Isao Takahata. Las marcas de estilo del estudio serán la fantasía (ejemplificado especialmente en los films de Miyazaki), junto con las historias sencillas, sensibles y familiares, alejadas por tanto del tópico que identifica generalmente el anime con mundos poblados de sexo y violencia.

El primer resultado de esta alianza llegó en 1986 con El castillo en el cielo (también conocida como Laputa, se entiende que no quisieran mantener el título en la versión española). Inspirada en Los viajes de Gulliver, de donde saca la idea de la ciudad flotante, cuenta la historia de Pazu, un chico que trabaja en las minas de un pueblo italiano, obsesionado con encontrar esta ciudad voladora, cuando un día una chica cae frente a él flotando desde el cielo. Con abundante acción en su primera mitad (cuyas persecuciones recuerdan a las de su serie de Sherlock Holmes) resulta una película entretenida, aunque tal vez algo descafeinada en su parte final.

Dos años después llegaría Mi vecino Totoro, una de las películas más emblemáticas del estudio Ghibli (de hecho, el sello de la compañía cuenta con el dibujo de perfil del monstruo protagonista de este film). En él, dos niñas se trasladan al campo con su padre, mientras su madre se recupera de una enfermedad en el hospital, todo ello en el Japón de los años 60. Es entonces cuando conocen a Totoro, un espíritu del bosque, con la forma de un enorme y bonachón monstruo de 3 metros. La película, curiosa, aunque tal vez algo sensiblera, se puede considerar un ensayo o preludio para la futura El viaje de Chihiro, ya que su sentido mágico aparece ya en este film e incluso podemos encontrar aquí unos bichitos pequeños, negros y peludos que luego retomaría en su película posterior. Cuenta, además, con algún momento a recordar, como ese gatobús (mezcla de autobús y gato) que viene a recoger a los niños por la noche.

Al mismo tiempo que Miyazaki realizaba este largometraje, su colega Takahata también debutaba en la dirección con La tumba de las luciérnagas, una triste historia de dos niños que se ven obligados a sobrevivir por su cuenta en el Japón de la Segunda Guerra Mundial. A lo largo de los años, será una constante en el estudio compaginar las producciones de Miyazaki (verdaderas estrellas de la casa) con las de Takahata (realizador de otros tres largometrajes más) o junto con las de otros directores.

En 1989, realiza Nicky, la aprendiz de bruja (o Kiki's delivery service, parece que le cambiaron el nombre a la protagonista porque debieron de pensar que sonaba mal). En ella, la protagonista es una niña que cuando cumple los 13 años tiene que abandonar a su familia para ir a vivir a una ciudad diferente. A pesar de la desubicación inicial, pronto encuentra su hueco como repartidora aprovechando su habilidad con la magia y su escoba con la que puede volar. Tal vez sea éste el film menos inspirado de Miyazaki, con una historia verdaderamente poco original, rutinaria y bastante previsible. No obstante, este pequeño traspiés en la carrera del director no debería criticársele, ya que a partir de aquí el nivel de sus largometrajes fue aumentado de película en película.

Los años 90 comienzan para Miyazaki con Porco Rosso (1992). Estamos en los años 30: Porco es el mejor piloto del Adriático, con la peculiaridad de que es un cerdo a causa de una maldición (de la que nunca se nos aclara su origen), que sufrió años atrás. Su hegemonía sobre los cielos (y el amor por la hermosa Gina) son puestos a prueba por la llegada de otro piloto, americano, de nombre Curtis. Es Porco Rosso una película absolutamente deliciosa de principio a fin, con aventuras, humor, romance, peleas, aviones... que hacen que su duración de hora y media sepa a poco y acabe el film con la sensación de querer conocer más y más historias acerca de este cerdo volador. Atesora además una de las escenas más poéticas nunca vistas por quien escribe, aquella en que Porco, aún humano, asciende al cielo de los aviones y se entera de que su fin aún no ha llegado y es devuelto a la tierra. Una película imprescindible.

Cinco años hubo que esperar para su siguiente film, La princesa Mononoke, que supuso incuestionablemente la apertura definitiva del estudio Ghibli al exterior (ayudado por el acuerdo firmado con Walt Disney) y que el nombre de Hayao Miyazaki empezara a sonar fuerte en occidente. Es ésta una de las películas más adultas, duras y pesimistas de su director en una historia densa en argumento, ideas y personajes, nuevamente con trasfondo ecologista de fondo (tomando un poco el relevo de Nausicaa). El protagonista es Ashitaka, el príncipe de un poblado en el Japón medieval, quien, tras abatir a un Dios del bosque con una extraña maldición, es contagiado por su mismo mal y debe partir del pueblo para encontrar una cura. Llega al poblado de Lady Eboshi, quien está en lucha con los dioses del bosque, ya que quiere emplear éste para el cultivo y es aquí donde vive San (la princesa Mononoke del título) una joven criada entre Dioses Lobo y que odia a los humanos. Es La princesa Mononoke una película compleja y densa, como hemos dicho, por la abundancia de personajes, de seres fantásticos, de situaciones, por la práctica ausencia de humor, por las batallas, la violencia, la duración (dos horas largas)... que puede resultar una experiencia pesada para un espectador no avisado. Y es que nos encontramos ante un film que va más allá de la mera historia infantil, aquí los personajes no son niños, sino que están más cercanos a la edad adulta, el guión es más duro, con odios, venganzas, trasfondo ecologista... lo que la hace una película más adecuada para un público no infantil. Si a todo esto le sumamos una calidad de animación prodigiosa y algunos momentos mágicos (como las criaturas blancas que giran sus cuellos al unísono o las apariciones del señor del bosque) debemos reconocer que nos encontramos ante un film (de nuevo) imprescindible.

Durante la estresante realización de este film, Miyazaki sufrió una crisis nerviosa, lo que le llevó a anunciar que ésta sería su última película. Afortunadamente, no cumplió su palabra y cuatro años más tarde nos regaló la que, hasta la fecha, se puede considerar su verdadera obra maestra: El viaje de Chihiro.

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El viaje de Chihiro

Muchos se rasgaron las vestiduras cuando en el Festival de Cine de Berlín del año 2002 El viaje de Chihiro ganó el Oso de Oro a la mejor película (ex_aequo con Bloody Sunday, de Paul Greengrass) como si un largometraje por el hecho de ser de animación no pudiese estar a la altura de uno de imagen real o repartirse sus mismos premios. Por suerte, la valentía del jurado de ese año (presidido por Mira Nair) hizo al film ganador del premio del que era justo merecedor, primero de una larga lista que culminaría un año más tarde con el Oscar al mejor largometraje de animación, derrotando a todas sus competidoras americanas en aquella edición.

El viaje de Chihiro contó con un presupuesto de 19 millones de dólares, bajo, si lo comparamos con una producción típica de los estudios Disney, pero alto en relación con cualquier producción animada japonesa. El esfuerzo de realización fue alto, viéndose obligados a subcontratar a un estudio coreano (única ocasión en que el estudio Ghibli ha recurrido a esta práctica) para poder cumplir con las fechas de estreno. Asimismo, con la meta de obtener la mayor calidad tanto en imagen como en sonido se sometió la película a las más modernas tecnologías, gozando del formato DLP (Digital Light Processing) en cuanto al tratamiento de la imagen y del Dolby Digital Surround EX6.1 y DTS_ES para obtener la perfección máxima respecto al sonido. Todos estos esfuerzos se vieron recompensados ya que incluso antes de su distribución por Europa y Estados Unidos, el film había superado una recaudación de 200 millones de dólares.

Aunque siempre es arriesgado aplicar el término "obra maestra" a una película (cualidad que muchas veces da el tiempo, las circunstancias en que se produjo el film y otros muchos factores muchas veces externos a la propia película) y más cuando ésta apenas cuenta tres años, se podría afirmar que en el caso de El viaje de Chihiro nos encontramos frente a una verdadera obra maestra y no tan sólo de su director o de la animación japonesa en general, sino de toda la animación cualquiera que sea su procedencia.

Y no se trata de una afirmación a la ligera. En primer lugar, partimos de lo espléndido de su animación. Aquí nos encontramos con el mejor trabajo sin duda del estudio Ghibli, en cuanto a la gama de colores (el momento en que Chihiro se interna entre unas flores), el grado de detalle (hasta la última arruga se puede apreciar en el rostro de la bruja Yubaba), el movimiento de los objetos más mínimos (cuando la bruja Yubaba recompone su escritorio y todos los objetos, hasta el más pequeño, flotan hasta colocarse en su lugar), los fondos... Sin embargo, una animación trabajada no siempre hace una buena película, tema aparte es la historia que se nos cuenta.

Y es que en realidad es éste el punto fuerte del film, El viaje de Chihiro es un auténtico prodigio fascinante de fantasía, un derroche de imaginación en cada uno de sus planos (fantasía, por cierto, eminentemente japonesa, con esa casa de baños, los dioses, esa iconografía típicamente japonesa, el dragón, la máscara del Sin Cara....), un despliegue desbordante de creatividad durante las más de dos horas que dura la película. Tal es así, que realmente es tal la avalancha visual, la sucesión de imágenes sorprendentes, de momentos asombrosos, que el espectador casi se ve obligado a pedir un descanso momentáneo, tomar un respiro de tanta acumulación de emociones, para poder seguir a continuación con el alud de sensaciones.

La película nos ofrece también una larga lista de personajes a recordar. Dejando de lado, la niña, Chihiro, cuya forma de ser egoista cambiará después de este viaje, podemos citar: 1) el niño Haku, que ayudará a Chihiro a defenderse en este mundo extraño, quien, además, puede convertirse en un dragón blanco; 2) el anciano Kamaji, de seis brazos, que trabaja incansable en el cuarto de calderas; 3) las bolas pequeñas, negras y peludas, que transportan el carbón para Kamaji; 4) la bruja Yubaba, directora de los baños y que puede transformarse en un águila; 5) Zeniba, la bruja (buena) hermana de Yubaba; 6) las tres cabezas guardianes del despacho de Yubaba; 7) Bou, el hijo de Yubaba, un bebé gigante, malcriado y que puede hablar; 8) el Sin Cara, una figura negra y con máscara que puede crear objetos de la nada, por ejemplo oro, y que adopta la voz de aquellos que devora...

Asimismo, la sucesión de momentos antológicos es constante: cuando el mundo oculto de los dioses empieza a emerger (en que de verdad sientes que "algo" sobrenatural está teniendo lugar); la escena completa del dios pestilente, desde que llega a los baños (en que casi, casi, se puede sentir el olor) hasta el culmen final de la escena en que un grupo de voluntarios arranca de su interior todo tipo de basura imaginable; la carrera en que el Sin Cara persigue a Chihiro mientras vomita todos los personajes que se ha ido comiendo, una escena que podría resultar grotesca pero que acaba siendo fascinante y divertida; el viaje en tren, de una atmósfera de melancolía aplastante (y muy ayudado por la excelente música de Joe Hisaishi)...

Muchos han definido a El viaje de Chihiro como una versión de Alicia en el País de las Maravillas en clave japonesa. Se podría aceptar. Como aquél, también aquí hay una niña que viaja a un mundo fantástico y que sufre una transformación, si al principio era una niña caprichosa y egoísta, al final acaba sabiendo lo que es trabajar y colaborar con un equipo, se hace amigo de sus compañeros en los baños y rescata a sus padres que estaban transformados en cerdos.

Para terminar, destacar un par de escenas, aparentemente sencillas y sin importancia pero que demuestran el enorme talento de su director, Hayao Miyazaki. Aquél en que Haku le da de comer a Chihiro y ésta rompe a llorar; tras un día repleto de emociones sin descanso, en el primer respiro que encuentra, es consciente de repente de todo lo que le ha sucedido y no puede evitar ponerse a llorar. Y el plano casi último de la película, en que Chihiro, que ya ha salido del mundo de los dioses con sus padres recuperados, lanza una última mirada atrás, hacia lo que ha dejado, todas las sensaciones, emociones, aventuras vividas, que resulta increíble que todo es mundo fantástico hubiera estado ahí, simplemente detrás de un túnel. La misma sensación que se nos queda a nosotros después de haber realizado este viaje, pleno de fantasía, ofrecido por el genio Miyazaki, que resulta increíble que hubiéramos presenciado todo esto que hemos visto y que hubiera estado ahí, tan cerca, tan sólo en la pantalla de un cine o del televisor de nuestras casas.

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La música

La música de El viaje de Chihiro está compuesta por Joe Hisaishi, quien probablemente sea el mejor compositor japonés de bandas sonoras en la actualidad. Hisaishi ha colaborado con Miyazaki en todas sus películas desde Nausicaa, en una de esas relaciones director-compositor tan enriquecedoras en el sentido de que la compenetración entre ambos consigue que los dos salgan beneficiados de la relación: mientras que las imágenes de la película inspiran el talento del compositor, ésta gana en cuanto a su acompañamiento musical.

Así ocurre con El viaje de Chihiro, en la que Hisaishi (en uno de sus mejores trabajos) nos ofrece una partitura extraordinariamente rica y variada, tanto como la historia a la que acompaña. El primero de los temas o leit motivs arranca con la película, se trata de una suave y delicada melodía a piano, muy bella (y de estilo muy hisaishiano) que identifica al personaje central, Chihiro, capturando el espíritu infantil de la niña. Un segundo tema es la marcha que acompaña a los dioses cuando se despliegan por primera vez ante Chihiro, una marcha simpática y con un ligero acompañamiento de instrumentos orientales y de una voz femenina. Las pequeñas bolas que llevan el carbón a Kamaji y su trabajo incesante están identificados con una especie de ballet, tratando de reflejar, parece, el ir y venir de estas pequeñas figuras. Las apariciones de la bruja Yubaba, por otra parte, son recalcadas con unas agresivas notas a piano, más que una melodía, un pequeño grupo de notas que refuerzan su imagen atemorizadora.

Toda la escena del dios pestilente tiene un tema propio, excelente, que se despliega en una especie de crescendo, desde su llegada a los baños hasta el momento en que le son arrancados al dios todos sus desperdicios adheridos, cuando el tema adquiere su máxima fuerza. El personaje del Sin Cara también cuenta con un motivo que le identifica, un grupo de notas tocados con un instrumento percusivo de estilo oriental. El viaje en tren también tiene un tema propio, basado en piano, gracias al cual la escena adquiere buena parte de la sensación de nostalgia y melancolía que desprende.

El momento final, en que Chihiro vuela a lomos de Haku (en su forma de dragón) también cuenta con su melodía, un tema pletórico y optimista, acompañando el feliz momento en que Chihiro descubre su antiguo vínculo con su amigo.

Es ésta una banda sonora excelente, la cumbre de la colaboración entre estos dos genios, Miyazaki y Hisaishi, fruto de una gran complicidad, del trabajo en estrecha colaboración y de una larga relación de casi 20 años.

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Conclusión

Tras haber obtenido numerosos premios (Oso de Oro en Berlín, el Oscar, varios Annies...), el reconocimiento internacional para su director y un cierto éxito en occidente (especialmente en Francia, la película obtuvo una gran taquilla), el listón está puesto muy, muy alto para Hayao Miyazaki. Al igual que sucedió con La princesa Mononoke, El viaje de Chihiro parecía que iba a ser su última película, debido a la edad y a sus problemas de salud. Sin embargo, para finales de este año (el 20 de noviembre, concretamente) está previsto el estreno en Japón de su última producción, Howl's moving castle. Basado en esta ocasión en un cuento de la escritora inglesa Diana Wynne Jones, cuenta la historia de Sophie, una chica de 18 años que es convertida en una anciana de 90 por una bruja celosa de su talento. Es en estas circunstancias cuando decide trasladarse al castillo móvil que acaba de instalarse a las afueras de su pueblo.

El estreno (ante el que existe una gran expectación, El viaje de Chihiro ha creado una oleada de nuevos fans por el director) tardará sin duda en llegar a nuestro país. Por de pronto, la premier mundial de la película tiene su fecha fijada para el festival de Venecia de este año, concretamente el 5 de septiembre, donde participa a concurso. Una buena señal, el hecho de que los filmes de animación (especialmente los, denostados por muchos, japoneses) participen en igualdad de condiciones en festivales internacionales de cine de primera categoría, al igual que lo hizo la segunda parte de Ghost in the Shell en el pasado Cannes. Y el hecho de que esto empiece a ocurrir lo debemos, que no le quepa a nadie la menor duda, a El viaje de Chihiro y a su prodigioso, absorbente y fascinante mundo de fantasía.

Lo mejor: Todo

Lo peor: Nada

El momento: La película está llena de momentos irrepetibles, pero, por decir alguno, la escena completa del dios pestilente.

Valoración: Excelente

Felipe Múgica










































Created 18.09.2004. Page last updated 25.08.2005
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