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La cinematografía de Corea del Sur, hasta hace bien poco una
auténtica desconocida en las pantallas occidentales, ha vivido
un espectacular crecimiento durante los últimos años, ayudado
sin duda por la política de apoyo por parte del gobierno surcoreano.
Al vertiginoso aumento en la producción, hay que sumar el apoyo
dedicado por los espectadores coreanos, cuyas películas rivalizan
en numerosas ocasiones con las ruidosas superproducciones americanas
y sus agresivas campañas de publicidad. La presencia del cine
de Corea se ha hecho notar también en los festivales internacionales,
consiguiendo que en la actualidad nombres como el de Kim Ki Duk empiecen
a resultar conocidos entre los círculos más cinéfilos
e intelectuales. Otra de las figuras que también está obteniendo
cierto renombre en las últimas fechas es la del director Park
Chan-Wook, cuyo último largometraje, Old Boy, ha ganado los premios
más importantes de todo aquel festival en el que ha tomado parte,
desde el Premio del Jurado en el Festival de Cannes del año pasado
hasta el de Mejor Película en el último Festival de Sitges.
Los reconocimientos son merecidos en ambos casos
ya que con Old Boy con encontramos ante una película magistral, una brutal, violenta,
demoledora historia que habla de la venganza, del destino y de las consecuencias últimas
de nuestros actos. En el film, un hombre corriente es secuestrado sin
recibir ninguna explicación y es encerrado en un cuarto aislado.
Tras quince interminables años el hombre es liberado, también
sin explicaciones, momento a partir del cual vivirá solo por la
venganza de saber quién y por qué le tuvo secuestrado.
Durante la investigación, que estará controlada férreamente
por su antiguo captor, conocerá a una joven camarera de la que
caerá enamorado. Todo esto tendrá lugar hasta llegar a
una conclusión final, sin lugar a dudas, terrible e impactante.
A las virtudes de un guión que te mantiene atrapado de principio
a fin (pese a, tal vez, algún pequeño altibajo) hay que
sumar la excelente realización, deudora de directores americanos
como David Fincher, las interpretaciones de sus dos protagonistas y antagonistas;
y, también, cómo no, su banda sonora.
Si ya desconocidos y extraños nos resultan los nombres de los
directores coreanos, más lo son los de sus compositores (en este
caso, Yeong-wook Jo, cuya previa trayectoria por desconocimiento no podemos
valorar), lo cual no impide que nos puedan ofrecer magníficos
trabajos como es el caso que tratamos. Y lo que nos ofrece el desconocido
Yeong-wook Jo es una excelente composición, variada en melodías
y ecléctica en cuanto a la mezcla de estilos, que oscila entre
un minimalismo cercano a Philip Glass, pasando por otros cortes más
electrónicos, y una estupenda colección de valses compuestos
de modo expreso para el film. El sonido que predomina en el disco es
el generado por sintetizadores y, a pesar de algunos temas de estilo
más orquestal, mucho nos tememos que hayan sido utilizados samplers
sustituyendo a la orquesta, más por necesidades presupuestarias
que por elección del director. La riqueza melódica de este
score nos permite hacer un repaso por sus temas más destacados,
centrándonos en cada uno de ellos, pero no obstante, antes de
esto, hay un detalle de la edición discográfica que debemos
comentar. Se trata de la inclusión de diálogos al comienzo
de varios cortes, práctica que por lo general suele ser bastante
molesta para poder apreciar el score. Por fortuna, en esta ocasión,
los fragmentos de diálogo son breves y aparecen introducidos antes
de que dé comienzo la música, con lo que al menos podemos
disfrutar de toda la banda sonora contenida en el CD en su totalidad.
El disco (y la película) arranca con un movido tema de estilo
electrónico que acompaña a la impactante imagen del protagonista
en la que sostiene a un hombre de su corbata al borde una azotea. Es éste
un corte que, curiosamente, no volverá a repetirse en el CD.
El siguiente corte nos presenta uno de los temas
de estilo más
philipglassiano. El modo repetitivo, obsesivo, machacón y ese
sonido de sintetizador sin duda sean los más adecuados para plasmar
la atormentada personalidad del protagonista y su obsesión por
encontrar venganza hacia aquellos que le secuestraron. Este tema se repetirá en
el film así como otros cortes más de idéntica estructura
minimalista y siempre acompañando al personaje central.
A continuación, el corte The Count of Monte Cristo es un tema
de una enorme gravedad, las imágenes a las que da vida son aquellas
en las que el protagonista, Oh Daesu está secuestrado y vemos
su sufrimiento y su angustia por su largo cautiverio. (Leit-Motiv, por
cierto, que nos volveremos a encontrar en los cortes Look Back in Anger
y Kiss Me Deadly)
Es curiosa la inclusión de un tema de Las cuatro estaciones de
Vivaldi en la película, y digo curiosa por el momento elegido
para introducir esta composición en el film; esto es, cuando Oh
Daesu, el personaje central, tortura brutalmente a un hombre arrancándole
los dientes con un martillo (y posteriormente en otra escena en la que él
mismo está a punto de sufrir la misma tortura), produciendo un
peculiar efecto de contraste entre la música y la violencia de
lo que se muestra en pantalla.
The Last Waltz es un tema que en la edición discográfica
ha quedado reservado para el último corte del disco, a pesar de
que en la película aparezca en varias ocasiones, y se trata de
un bello vals que vendría a representar el tema de amor del film
o tema de la chica, ya que acompaña las apariciones de este personaje.
También es incluido en los títulos finales del film (lo
cual podría explicar en parte la tardía aparición
en el CD)
Hay otros motivos que podríamos destacar como el vals del corte
número 13, For Whom the Bell Tolls, o el tema de The Old Boy,
que se puede escuchar, por ejemplo, en el impresionante plano secuencia
en el que Oh Daesu se enfrenta él solo a un grupo de macarras;
pero sin embargo, el verdadero tema estrella de la banda sonora es el
vals que se puede escuchar en los cortes Cries and Whispers, Breathless
(con un delicado comienzo a piano) y Farewell, My Lovely (concluido a
su vez con un tarareo a cargo del actor co-protagonista). Es éste,
sin duda, un tema excelente, un magnífico vals, de gran belleza
pero al mismo tiempo con un profundo poso de tragedia en el fondo. Vendría
a ser este el tema que identifica al villano de la historia y que alcanza
su culmen en el flashback en el que conocemos el dramático pasado
de este personaje y que desencadenará sus acciones posteriores.
La conclusión del análisis es que nos encontramos ante
una excelente banda sonora, sin duda inspirada por la excelencia de las
imágenes a las que acompaña y que nos hace preguntarnos
por el talento de este compositor, Yeong-wook Jo, quien, por su lejanía
geográfica, todo su trabajo nos había pasado desapercibido
hasta el momento. Sin duda, este disco es una excelente carta de presentación
y, en mi opinión, no solo de más obras de este autor, sino
también de otros trabajos de compatriotas suyos que por desgracia
desconocemos.
Lo mejor : la riqueza temática y de estilos y ese magnífico
vals que es Farewell My Lovely.
Lo peor : la utilización de samplers en vez de orquesta
y, aunque es un mal menor, la inclusión de diálogos
Felipe Múgica
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