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(Con el objeto de no alargar el artículo en demasía
y porque el tema no entra dentro de los objetivos de la web, el estudio
no va a incluir la faceta de mangaka de Katsuhiro Otmo y se va a centrar
exclusivamente en la parcela de realizador para el cine bien como director,
guionista o productor; y todas aquellas realizaciones en las que se ha
visto involucrado de una forma u otra)
Indudablemente, le guste o no a Otomo, si hay una
palabra, un título
que ha marcado su carrera ese es el de Akira. Y es que por mucho que
pase el tiempo, por muchas películas que haga, por mucho que trate
de alejarse de esta etiqueta, Katsuhiro Otomo siempre será considerado
como "el director de Akira". Tal fue el éxito, tal fue el impacto
de la película en occidente que a punto estuvo de tragarse la
propia carrera de Otomo, quien tras ello tardó 16 años
en volver a realizar tras las cámaras un film de animación
al completo y limitándose desde entonces a ejercer de productor,
guionista o director de algún segmento en alguna película
de episodios. Otomo nunca ha vuelto a estar a la altura de su obra maestra
(Steamboy no la supera) y seguramente siempre tendrá encima esa
barrera difícil de superar.
Si hablamos de constantes, el cine de Otomo es un
cine donde se combinan los fenómenos paranormales, ambientes
urbanos decadentes y apocalípticos,
el ciberpunk y, en sus últimas propuestas, la afición por
la técnica del vapor y el carbón (ver Cannon Fodder y Steamboy),
subgénero de la ciencia-ficción dado a llamarse "Steampunk".
El gusto por los núcleos urbanos cerrados y asfixiantes y por
los fenómenos paranormales ya estaba presente en uno de sus primeros éxitos
dentro del manga, Domu (Pesadillas en nuestro país),
de 1983. En él se narraba el enfrentamiento entre un viejo y una
niña con poderes psicoquinésicos desarrollado en un bloque
de apartamentos del centro de Tokio, el primero de los cuales es un asesino
cuyos crímenes investiga la policía. Sin duda, varias de
las ideas posteriormente presentes en Akira ya se podían vislumbrar
en esta obra.
Antes de esto, Otomo ya había realizado su
debut en el cine. Fue en 1982 con el largometraje de imagen real Dame un arma, dame
la libertad ( Jiyû o warera ni ), también responsable
del guión. Pocos datos hay acerca de esta película bien
en internet o por otras fuentes y hoy en día parece difícil
de localizar. En ella, al parecer, su autor aprovecha su gusto por la
violencia (presente en muchos de los mangas que realizaba por aquellas
fechas) para hacer una crítica de ciertos aspectos de la sociedad
japonesa del momento. Como veremos posteriormente, ésta no sería
su única incursión dentro del cine de imagen real.
Al año siguiente, en 1983 se encargaría del diseño
de personajes de un par de proyectos. El primero de ellos, Crusher
Joe ( Kurasshâ Jô ), una película de aventuras
espaciales donde le fue confiado el diseño de uno de los personajes,
de nombre Arakane. El segundo se trató de Harmaggedon ( Genma
taisen ), de Rin Taro. Aquí, un grupo de personas de todas
partes del mundo era reunido para hacer frente a una amenaza procedente
del espacio exterior. Pese a que el estilo de dibujo de Otomo era reconocible
en los personajes centrales del anime, esto no evitaba que la impresión
global de la película fuera la de un producto ciertamente flojo.
Curiosamente, el director de ésta Rin Taro, trabajaría
posteriormente bajo las órdenes de Otomo en un film posterior,
Metropolis (2001), donde éste ejercía de guionista y productor.
Harmaggedon fue editada en VHS por Selecta Visión, con el reclamo
del nombre de Otomo en la portada.
En 1987, un año antes de estrenar la magna Akira, Otomo participó en
un par de largometrajes de episodios. El primero fue Robot Carnival ( Robotto
kânibaru ) donde todas las historias tenían como punto
en común el hecho de estar protagonizadas por robots. De una calidad
gráfica excelente, irregular y desigual (como suele ocurrir con
casi todas las películas de episodios) y con gran protagonismo
de la música (muchas de las historias no contienen diálogos),
los segmentos de apertura y de cierre de este proyecto fueron encargados
a Katsuhiro Otomo, junto con el desconocido Atsuko Fukushima. Sería
injusto realizar una crítica severa hacia este par de cortos teniendo
en cuenta que su única función es la de presentación
y punto final de la película, sin más pretensiones, y que
representan un par de anécdotas sin mayor importancia. En la apertura,
ambientado en un mundo post-apocalíptico, un niño avisa
a la gente del poblado donde vive de la llegada de algo temible y de
lo que protegerse a toda costa. La amenaza veremos que consiste en un
gigantesco transporte, con el título "Robot Carnival" en su frente,
que, en medio de música, fuegos artificiales y explosiones arrasa
con todo por donde pasa. En el capítulo de clausura, veremos cómo
este monumental transporte deja de funcionar y se detiene en medio del
desierto. Un hombre encuentra cerca del lugar una esfera metálica,
que lleva a casa y enseña a sus hijos, revelando una bailarina
mecánica que comienza a bailar, si bien con desagradable sorpresa
final. Robot Carnival fue editada en VHS por Manga Films.
Ese mismo año, Otomo participó en otro largometraje de
episodios (aunque más que de largometraje habría que hablar
de OVA ya que la duración es de unos 50 minutos), seguramente
no tan conocido como otros en los que ha intervenido. El título
que conoció la película en la edición videográfica
de nuestro país fue " Laberinto de historias " ( Manie
Manie , 1987) y constaba de tres historias dirigidas por distintos
directores. La primera, "Laberinto", por, (de nuevo) Rin Taro era la
más experimental de las tres, una especie de Alicia a través
del espejo inundada de imágenes extrañas y surrealistas.
La segunda, "El piloto de carreras", por Yoshiaki Kawajiri (Ninja Scroll,
Vampire Hunter D) es la más adrenalítica, acerca de una
funesta carrera de coches a causa del piloto que da título al
episodio. El último episodio, "Trabajos de construcción
suspendidos" es el realizado por Otomo y es el de tono más humorístico
de los tres. En él un joven japonés es encargado de detener
la construcción de una espectacular urbanización en mitad
de la selva amazónica de un imaginario país sudamericano.
Los problemas vendrán cuando descubra que los trabajos están
a cargo de un desvencijado robot con quien le resultará muy difícil
hacerse obedecer. "Trabajos..." es una historia pequeña, una anécdota
curiosa, simpática pero que no va más allá. Su escasa
duración tampoco permitía mucho más, realmente.
Con seguridad, Otomo se tomó el proyecto de llevar a cabo este
segmento como un divertimento sin más pretensiones, bien realizado,
con una animación más que correcta pero nada más.
Seguramente también por aquellas fechas Otomo tenía en
mente otro proyecto más importante y al que dedicarle más
atención y ese proyecto era, claro está, Akira ,
que llegaría a las pantallas japonesas al año siguiente. "Laberinto
de historias", por cierto, fue editada en VHS por Selecta Visión.
Akira
"Neo-Tokyo está a punto de E.X.P.L.O.T.A.R." Así rezaba
la frase promocional del cartel en el estreno de la película en
nuestro país. Y explotar fue lo que hizo la concepción
de muchos de lo que era el cine de animación, hasta el momento
dominada por la imaginería típica impuesta por Disney.
Akira rompió con la idea del cine de animación solo para
niños, descubrió el anime japonés (que hasta la
fecha para muchos consistía simplemente en Heidi y Mazinger Z)
y supuso la entrada definitiva de su estética, de sus mangas y
de su estilo, arrasando en occidente y dispuesta a no marcharse ya nunca
más. Akira también creó junto con otras series de éxito
del momento (léase Bola de dragón) la prejuiciada idea
del anime como un género repleto de sexo y violencia, parcial
percepción de este tipo de animación que solo en los últimos
años parece estar desapareciendo gracias al éxito de El
viaje de Chihiro y demás.
Como suele ocurrir siempre en nuestro país, el fenómeno
Akira tardó en hacerse un hueco entre el público español,
en concreto hasta el año 1992 la película no fue estrenada
en salas españolas. Y fue entonces cuando comprendimos el porqué del
impacto. Y es que en su momento Akira fue algo novedoso, inédito.
Hasta entonces no se había visto nunca algo así, esas persecuciones
motorizadas nocturnas, esos ambientes urbanos, esas mutaciones físicas,
ese caos y destrucción, ese guión repleto de tonos místicos,
políticos, ese final que nadie comprendía pero que daba
igual, ese estilo completamente nuevo de animación plenamente
adulto... Con el tiempo todo esto ha quedado superado y probablemente
vista hoy en día, Akira resulte algo mitificada en exceso, pero
su importancia y su papel dentro de la historia del anime es algo que
no podrá negarle nadie.
Akira, el manga, fue iniciado por Katsuhiro Otomo
en 1982 para la revista Young Magazine de Kodansha y lo que en principio
iba a ser una historia de unas 200 páginas, creció, cobró vida propia y
se desarrolló hasta alcanzar las 2000 páginas, concluido
todo este trabajo en 1990. Ante el éxito del manga pronto surgieron
las propuestas de adaptación al cine, todas ellas rechazadas por
Otomo quien quería ser él mismo el encargado de llevar
su obra a la gran pantalla. Así el propio Otomo se encargó de
redactar el guión, de comprimir su kilométrica creación
(que por aquel entonces ni siquiera estaba terminada) y de supervisar
todo el proceso de creación, de una película que se convertiría
hasta la fecha en el largometraje animado más caro del cine japonés.
El argumento de Akira, anime, nos ubica en el año 2019, en Neo-Tokyo,
la nueva capital japonesa, reconstruida sobre las ruinas de la anterior
Tokio, que fue destruida durante la III Guerra Mundial. Es éste
un ambiente de continuas crisis políticas y violencia callejera
a mano de numerosas bandas juveniles. En una de éstas militan
Kaneda y Tetsuo. Tras una noche de enfrentamientos entre dos bandas a
bordo de veloces motos, Tetsuo tiene un extraño encuentro con
un niño prematuramente envejecido, siendo secuestrado a continuación
sin motivo aparente por un grupo de militares. Descubriremos que este
niño junto con otros dos tienen poderes paranormales y son sujeto
de investigaciones, investigaciones a las que someterán también
a Tetsuo, quien empezará a desarrollar igualmente poderes, hasta
llegar a un punto en que escapen a su control. Todos estos acontecimientos
bajo la sombra de Akira, un niño quien también fue objeto
de experimentos años atrás.
Si bien estamos acostumbrados a que los largometrajes
de dibujos animados occidentales no lleguen o apenas superen la hora
y media de duración,
en el caso de los japoneses no es raro encontrar películas que
se alarguen hasta las dos horas. En el caso de Akira, casi resulta duración
insuficiente para abarcar todas las ideas a las que se pretende dar cancha:
luchas de bandas, revueltas políticas, ideas religiosas de mesías
por venir y profecías, acción non-stop, poderes paranormales,
misticismo, historias de amistad y de rivalidad, apocalipsis... todo
ello en poco más de dos horas de película. Sin duda, lo
mejor del film es su trepidante comienzo (esas persecuciones motorizadas
a lo largo de un detalladísimo y nocturno Neo-Tokyo, mientras
manifestaciones cubren las calles de la ciudad y un padre trata de huir
con su hijo en medio de la confusión), la excelente animación,
el diseño de Neo-Tokyo (donde Otomo daba rienda suelta a su afición
por la arquitectura), hiperedificado y con un pie en el Blade Runner
de Ridley Scott, la música, entre lo tribal y lo experimental
(ese empleo de voces, las percusiones, la electrónica...) por
el desconocido Shoji Yamasiro... La historia, aunque se sigue con interés,
pierde un poco del gas con el que empieza. Tal vez le puede la acumulación
de ideas antes comentada: las revueltas políticas con el coronel
al frente, las ideas místicas acerca de la llegada de un nuevo
Mesías personificado en el niño Akira y, detrás
de todo esto, la relación de rivalidad entre Tetsuo y Kaneda.
Ambos son amigos desde la infancia, huérfanos, el segundo siempre
protector del primero, el cual siente celos de su amigo que es el líder
del grupo y el que tiene la moto más potente. Cuando Tetsuo empiece
a desarrollar sus poderes, será el momento que siempre ha buscado
para dejar de ser un segundón, un perdedor y convertirse en el
líder (representativo de esto es el momento en que Tetsuo se pone
una tela a modo de capa: ahora ya no es uno más, se ha convertido
en una especie de superhéroe con poderes sobrehumanos), y será cuando
Kaneda intente acabar con su amigo, que ha perdido el control de sus
poderes (dando lugar a uno de estos clímax finales tan característicos
del anime donde los japoneses parecen dar rienda suelta a un cierto gusto
por la destrucción masiva y lo mastodóntico)
Aunque podríamos considerar a éste como el tema central
de la película también nos encontramos con las ideas místicas
antes citadas: la esperanza de la venida de un nuevo Mesías, que
los militares esperan que sea Tetsuo, o la aparición final de
Akira más como un ente espiritual que físico llevando a
cabo una limpieza del caos en que se encontraba envuelta la ciudad de
Neo-Tokyo. Es este detalle tal vez uno de los puntos flacos de la película,
lo confuso y lo excesivamente críptico de su final, lo cual seguramente
fue acrecentado en su día por el erróneo doblaje en que
se cambiaban frases o las voces de los niños eran sustituidas
por voces de ancianos. Por fortuna, la edición última en
DVD de Selecta Visión en nuestro país presenta un doblaje
nuevo más fiel a las voces originales japonesas.
Pese a estos defectos y pese a que la película no consiga mantener
el magnífico ritmo de sus primeros 15 minutos, sin duda, Akira
es un excelente largometraje de animación, al que tal vez el impacto
que suscitó en su día haya hecho que esté algo excesivamente
mitificado hoy en día, pero que aún a pesar de eso resulta
una muy estimable película, de visión obligatoria para
todos los amantes del anime y altamente recomendable para el aficionado
al cine en general.
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